El Día de los Hijos

Cuando le dije a mi madre que me había tragado una canica de acero su cara cambió. Luego no sé qué pasó. Todo fue muy rápido: farmacia, profesora… médico. Ni sé ni cómo se arregló. Sólo recuerdo el hecho por su cara.

Las caras de la madres son el mundo de los niños y no tan niños. La boca de la madre es la que grita el gol, sus ojos los que miran en primera fila de la graduación, su barbilla la que aprueba a la novia, y sus cejas fruncidas las que lo arreglan todo. Lo demás son cosas que pasan, gente de la que te olvidas.

Mañana es el Día de la Madre. Mis contertulios habituales de la misma edad que yo tenía entonces me comentan que las madres son importantes «porque sin ellas no existiríamos». ¿Y el padre? «Un padre es como una madre» dicen. 

«Pero ¿cuándo es el día de los hijos?» me preguntan mientras terminan su regalo para el día del padre y para el de la madre. O sea, que cuando les toca a ellos. 

«El domingo», les digo. Porque ese día vuestra madre sonreirá más y para vosotros eso es lo mejor. Que mamá esté contenta. Creo que les he convencido. Les compensa hasta egoístamente. Porque la cara de una madre es la fuente de información de un hijo. Es la verdad, es lo que pasa y lo que no pasa. Lo demás no importa. 

Decía Lao-Tse que «el padre y el hijo son dos, pero la madre y el hijo son uno». Yo no «lo-tsé» con tanta seguridad, pero más a mi favor: mañana es el día de los hijos.

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Las mejores

Lo sé porque tengo datos. La mujer es superior al hombre. No tengo ni idea de cuestiones de género pero algo sé de este género de cuestiones. En mi sector el 97% del profesorado de Infantil y el 81% de Primaria somos mujeres. Digo ‘somos’ porque quizás por ese porcentaje y por mi nombre la mayoría de las cartas y de la publicidad escolar que recibo van dirigidas a “Profesora”  o “Srta” o “Doña Adrianey”.

Por otra parte, el 100% de mis hermanas, madrinas y primas son mujeres, y si cuento a los primos… casi seguimos igual.  Y cuando hablo con alguien a la salida del cole resulta que ese alguien suele ser mujer. 

Las mujeres nos dan mil vueltas a los humanos. Lo comento cuando encuentro algún hombre por ahí. Repito: en mi profesión van muy por delante día a día y piensan todo antes, más y mejor. Mis hermanas hacen todo mejor y más sin pensarlo. Mi tía ya es de otro planeta con vida más inteligente. Porque esa es otra: poseen inteligencias múltiples y métodos de comunicación no sofisticados pero muy efectivos. Hacen, callan, hablan, coordinan, quieren, sienten y sonríen mejor que los que no son mujeres. ¿Por qué? No lo sé. No conozco a nadie que diga que somos iguales.

“Es que tú vives en una burbuja”, me puede contestar alguno. Y le digo: hoy en el mundo ya no hay burbujas, salvo en los coles ahora, claro. Y menos con mujeres. Todas las que llevan tiempo siendo mujeres te lo pueden explicar. Lo que pasa es que los varones todavía creen en las burbujas.

Y si alguno piensa que hoy escribo por hacerles la pelota y salir vivo de este aniversario, le diré que no. Y si así fuera, más a mi favor. Felicidades a las mejores.