L’amour

ADRIANEY ARANA.-  Céline Dion cantó despacio, mirando conmovida desde la Torre Eiffel: “…Dios reúne a aquellos que se quieren». Moduló tras una pausa consciente «más alto, más fuerte», lema olímpico propuesto por el cura Henry Didon.

Amigo de Pierre de Coubertin, este sacerdote y director del colegio de Arcueil hizo bordar la frase en los uniformes deportivos de los alumnos, para que compitieran juntos escuelas públicas y privadas y lucharan con respeto.

Hoy el respeto a la diversidad es más complejo pero no puede ensalzarse a uno a costa del otro. Solidaridad no es «reírse del otro» como bufones o mofarse de la vida cristiana, de los moros o de las deformidades propias o ajenas. No es reírse de los paralímpicos, ni de los gays ni de las gordas, sino disfrutar con la voz de Freddy Mercurie o la Caballé.

Se puede. La capitana de la selección francesa femenina de fútbol, Wendie Renard, ha manifestado: «para mí, es importante contar con el testimonio de laicos, como los deportistas, que pueden decir a las generaciones más jóvenes que se puede hacer deporte y ser cristianos».

Se puede. Y ser musulmán, ateo o paralítico. Apelemos al espíritu olímpico y al himno a L’Amour para «que la ceremonia de clausura repare la ofensa», querida o no, con un gesto generoso como fue la antorcha con Nadal o con Coste, medallista de 100 años.

Abuelos «presentes»

ANTONIO BARRO.- Jubilados, con la hipoteca pagada y los hijos “colocados”, pueden hacer lo que les dé la gana y aún así resulta que están siempre disponibles, ¡gratis!

No los verás deslizar el pulgar por la pantalla del móvil mientras les contamos nuestro último juego. Si les preguntamos, no dejarán de darnos detalle. Su asombro está en “simbiosis”, siempre, con el nuestro.

¡Con ellos el plan es para todos! Ponen por delante nuestras personitas, antes que el horario, el orden, la eficiencia… Quieren con-vivir con nosotros.

Su economía es la del dispendio y no yerran, porque celebran nuestra existencia y nos acogen como el don que somos.

Agrandan nuestro corazón regalándonos su libertad, su atención, su presencia y su cuidado. Los abuelos, cuando están con nosotros, son un regalo: se hacen “presentes”.

Foto Unsplash @vidarnm

La importancia de la curiosidad

EDUARDO CAAMAÑO.-  Que las pantallas se han hecho con la atención de los niños y adolescentes no me queda la menor duda y, podría llegar a asumir que se trata de un fenómeno que forma parte de nuestra evolución, ya que históricamente, una nueva tecnología siempre reemplaza a la anterior.

Sin embargo, la cuestión que me planteo no es la sustitución de un medio anticuado por uno más moderno, sino los efectos que el uso indiscriminado de las nuevas tecnologías pueda provocar en los más jóvenes. Según estudios recientes, el uso excesivo de las pantallas interfiere en las actividades que son cruciales para un sano crecimiento. Como consecuencia, observamos adolescentes menos reflexivos y cada vez más inmersos en las pantallas. Los jóvenes ignoran que todo ese tiempo conectados hace que se pierda uno de los atributos más importantes para el avance de la humanidad, que es la curiosidad por aprender una cosa nueva.

La curiosidad es una fuerza poderosa que nos lleva a explorar lo desconocido, a formular preguntas y buscar respuestas en lugares donde nadie más ha mirado. Es esta cualidad la que ha dado lugar a algunos de los mayores logros de nuestra historia, desde la electricidad hasta los avances en medicina. Para los jóvenes, cultivar la curiosidad es crucial. En lugar de limitarse a consumir contenido rápido y superficial, deben ser incentivados a profundizar en diversos temas, a leer ampliamente y a investigar por su cuenta. Esto no solo les proporcionará una base sólida de conocimientos, sino que también les permitirá participar activamente en conversaciones significativas y contribuir de manera valiosa a la sociedad.

Foto: Annie Spratt · Unsplash

Campeones

“Todavía no me considero un campeón, pero estoy construyendo mi camino”, confesó Alcaraz mirando a los hijos de Djokovic, “una gran familia”. 

Las palabras de éste fueron realmente una conversación con su hijo Stefan: “Hay cosas más bonitas, el tenis no lo es todo. Pero si decides seguir adelante estará ahí contigo”. 

También Federer reconocía que jugaba por sus hijos. La noche anterior a una final se pusieron malos dos de sus cuatro niños. No se los dejó a su mujer: los llevaron a su cama y medio contagiado ganó el torneo. 

Los grandes no son líderes solitarios, son los que mueven al resto, sobre todo a su familia. Ganan en la pista y fuera de ella. Luchan cada día y por los suyos. Campeones.

Lamine Yamal

Me encuentro a un “Lamine Yamal” por la calle que me saluda efusivamente. Es un alumno también futbolista y de la ESO. Transmite euforia y empoderamiento celebrando las vacaciones con la camiseta de su equipo, sus amigos interraciales, flequillos y rapados laterales.

Si un adolescente normal y corriente como Lamine es capaz de poner en pie a todo un país, piensas si no estigmatizamos a los «adolescentes». Una palabra que ya suena mal: preocupantes, fracasados, solitarios, empantallados, irrespetuosos. 

Pero son los que van a levantar y ya están animando este país. Suelen ser mentalmente independientes desde los doce años. Y son capaces de soñar, decidir y afrontar cualquier escenario, aunque legalmente no puedan o no les dejemos.

¿No habrá que cambiar el foco al mirarles? Como hace un año alguien en Lisboa: “Vosotros sois la esperanza que ilumina la noche”.