Alerta roja

Alerta roja en la costa gallega. O sea, sin recreo los niños. Metiditos en clase. LLegué apurado al cole. Tenía además una actividad especial con la clase a primera hora, luego visita de los peques del Infantil, varias clases, reunión de padres a mediodía, imprimir unas fichas, corregirles los deberes antes de salir… "¡Que la wifi vaya y la fotocopiadora tenga tonner, porfa!"

Y oh, sorpresa. Al llegar me esperan unos padres para tutoría con los que había quedado ¡y me había equivocado la cita! Por no apuntar bien en la agenda. Habían sorteado el temporal para llegar a las 9 en punto. "¡Vaya…! Pues… ¡tenía con vosotros? No me… pero bueno…" Me cortaron: "no pasa nada. Volvemos a las 2 si te viene bien". Se empeñaron con una sonrisa. Salvé la mañana, que fue divertida. Y volvieron con toda paz de nuevo y hablamos de su hijo.

No tengo palabras. Lo bueno del maestro no son las vacaciones. Son las personitas que tienes y las personazas que te enseñan lo que tienes que enseñar a sus hijos. 

Adrianey Arana

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Disfrutar

"Hace días me preguntaron cuál sería el consejo que daría a una familia que espera su primer hijo. Después de casi 5 años compartiendo herramientas educativas, se me ocurren cientos de cosas que recomendar, pero en base a mi experiencia y a las experiencias de muchas otras madres y padres a los que he acompañado en sus procesos… si sólo pudiera decir una cosa, les recordaría que con cada hijo se nos renueva una oportunidad de crecimiento a los adultos.

 

¿Qué valores queremos enseñarles? Todos lo tenemos más o menos claro, pero tenemos tan claro que nosotros vivimos siendo consecuentes con esos valores? Si Mamá y Papá no aprenden, nadie aprende en casa. Por eso es fundamental repensar el error como una oportunidad de aprendizaje, la familia como núcleo de la sociedad en donde se aprende el amor, no la guerra…y un vínculo sano con nuestros hijos como el pilar fundamental sobre el que se va a sostener el respeto y la confianza. Repensar la familia como la verdadera prioridad.

 

Para que todo esto fluya y consigamos un ambiente sano, equilibrado y feliz en casa, recomiendo encarecidamente DISFRUTAR. Hacerlo bonito, con intención de no quedarnos en lo suficiente, sino dar lo mejor de nosotros cada vez. Valorar que nos tenemos los unos a los otros, no darlo por sentado, y hacer lo más intenso e importante que haremos en nuestra vida , que es educar a nuestros hijos, desde el agradecimiento. Somos un regalo para la gente que nos quiere. Seamos un regalo, pero de verdad."

 

María Soto Álvarez de Sotomayor es especialista en disciplina positiva y fundadora de Educa Bonito.

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Child Coaching

Haciendo coaching con un alumno de 6 años tras el almuerzo escolar me quedé adormilado en la silla. Cuando me rehice, el niño seguía hablando de sus cosas. Pensé: le encanta que alguien incluso parezca que le escucha. 

Descubro un nuevo déficit de atención pasivo, no activo: que alguien me atienda. Es inusual que una persona experta y desinteresada se muestre 'interesada' y dispuesta a escucharnos relajadamente y sin interrupciones.

Lo llamo child coaching y es como la tutoría. El profesor se entrevista con el alumno en un lugar confortable, sin escritorios de por medio. Lenguaje corporal del adulto: te escucho y te hablo. Conversación relajada e informal, sin interrogatorios ni riñas. Cero pantallas, cero móviles. Único fin: la asesoría o acompañamiento del alumno en sus decisiones, dudas y éxitos. Compartir y motivar. Conversar. 

Que conste que me está resultando eficaz con niños de 6 años. A los niños no se les hace mucho coaching que digamos. Por eso cuando llamé a uno de los primeros este curso para charlar y le pregunté '¿qué tal estás?', me dijo “bien”, se incorporó y preguntó: '¿aviso a otro?'

"Stop trying to perfect your child, but keep trying to perfect your relationship with him" (Dr. Henker)

Adrianey Arana

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Una extraña situación

Luis Daniel González.- Cuenta Roberto Innocenti que hace años se convocó un premio, en Ginebra, que debía dictaminar qué libros infantiles eran los mejores. El premio tenía dos jurados, uno compuesto por niños y otro por adultos. Quedaron dos finalistas, el gran ilustrador inglés Tony Ross y él.

Innocenti dice que suponía que los niños votarían a favor de Ross, muy conocido por la gracia e ironía de sus dibujos abocetados, y que los adultos, en cambio, lo harían a su favor debido a su estilo minucioso y detallista. Sin embargo, fue al revés.

El jurado de los niños explicó sus motivos a favor de Innocenti diciendo que su libro «estaba bien dibujado, lleno de detalles, se podía leer hasta tres o cuatro veces y aún se descubría algo nuevo, y además suscitaba curiosidades y preguntas. La profusión de detalles no bloqueaba la curiosidad, sino que provocaba nuevas preguntas». En cambio, el jurado de los adultos opinó que Ross «era divertido y que, por tanto, debía de gustarles a los niños».

Y continúa Innocenti diciendo que, desde luego, Tony Ross es divertido, pero que «se da muchas veces esta extraña situación: como casi siempre son los padres, es decir, los adultos, quienes compran los libros para los hijos, a ojos suyos mis libros parecen demasiado complejos para niños».

Luis Daniel González es especialista en literatura infantil y juvenil. Escritor. Creador de bienvenidosalafiesta.com,  la web española más importante de critica literaria infantil y juvenil, y álbumes ilustrados.

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Carta a los nuevos maestros

By Itxu Díaz*

Queridos profesores:

Claro, yo también fui alumno. He dedicado algunas horas a hablar con otros que también lo fueron en mis tiempos, la Prehistoria, mucho antes de que la barba se me poblara de nieve. Todos coincidimos en un hecho asombroso: las cosas que nos han marcado podrían resultar nimiedades a los que fueron nuestros profesores. Recordamos minúsculos detalles suyos, frases arbitrarias, gestos ordinarios de mañanas frías y perdidísimas de inviernos escolares escondidos en el túnel de los tiempos. Tal vez por eso he pensado en escribir estas letras. Porque cada profesor tiene cada día la capacidad de cambiar el rumbo de la Historia y no lo sabe.

Es el secreto mejor guardado por los alumnos. Lo guardamos sin querer, porque hacen falta diez o veinte años fuera de la escuela para descubrirlo. Es terrible y maravilloso a la vez, jóvenes maestros, pero me veo en la obligación de desvelaros el enigma de la enseñanza: todo cuenta, todo queda, todo importa, todo es relevante.

Un día llegamos al aula y el profesor había escrito en letras gigantes en el encerado Carpe Diem. Nos habló largo rato sobre esto y nos puso El club de los poetas muertos. Otro, siendo muy niños, el encargado de nuestra clase revisó uno a uno los pupitres y las cajoneras y tal como nos había advertido, volcó y vació al suelo todos aquellos que no estaban bien ordenados; lo recordamos siempre porque los volcó todos. También los que estaban razonablemente ordenados.

Un día un profesor al que teníamos harto se echó a llorar en clase en un momento de debilidad con el que paradójicamente se ganó nuestro eterno respeto. Otro, que nos había dado exceso de confianza y el aula se había vuelto una jungla, se cansó de nuestra indisciplina, se despidió y dijo que vendría un nuevo maestro. A los pocos minutos entró él mismo, se presentó al aula con gesto serio y distante, y nos dio la oportunidad de empezar de cero, ya sin camaraderías.

En efecto. Todo esto son naderías que sobreviven en el recuerdo porque rompieron la rutina escolar y dejaron alguna huella. Pero, sin embargo, la dejaron y eso es lo importante. Los alumnos son esponjas, absorben todo lo que se les transmite consciente o inconscientemente y son ultrasensibles a aquellas actitudes que descubren al hombre que hay detrás del profesor. En todos los recuerdos de los que creo haber aprendido algo subyace un elemento común: la ruptura de lo previsible y la aparición de cierta humanidad en el maestro.

Es así como el niño –y los observadores- nunca olvida al profesor que le golpea cariñosamente la cabeza al cruzarse por un pasillo, al que detiene la clase para rezar una oración por el abuelo de un compañero que acaba de fallecer, al que dedica un día dos horas de su tiempo a reconducir al alumno que otros han dado por perdido, al que pide perdón delante de sus chicos por cualquier error cometido.

Una noche, en una convivencia escolar, destrozamos unas cuantas habitaciones haciendo una divertidísima guerra de extintores. Sí, la yo sé… A la mañana siguiente la responsable del alojamiento -¡tenebroso carácter!- exigió a nuestro profesor que nos arrancase el hígado uno a uno o un castigo equivalente. Lo cierto es que nosotros ya habíamos confesado nuestro pecado y hasta habíamos accedido a ser castigados. La señora clamaba por un castigo ejemplar, una gran reprimenda. De modo que nuestro maestro nos reunió en una sala acristalada para ejecutar la gran sentencia. La vengadora miraba desde fuera a través de un cristal. Nos dijo: “poned cara triste, voy a hacer como que os abronco para que lo vea ella y se quede tranquila”. Y no nos abroncó. Se limitó a agitar los brazos de forma salvaje, como en una riña, mientras nos contaba cosas sin importancia e incluso divertidas. Un gran teatro. ¿Qué aprendimos? Que casi siempre te mereces una gran bronca después de hacer el cafre, pero no siempre. En cierto modo, con 15 años tienes derecho a hacer un poco el idiota y a que no te estén tirando de las orejas a cada minuto como si el puñetero mundo se hubiera terminado por hacer una guerra de extintores.

No quiero extenderme. A fin de cuentas lo que pretendo advertir a los nuevos maestros es simple: cada día, cada minuto de tu trabajo en el recinto escolar, tienes una oportunidad de cambiar la vida de cada uno de ese par de ojillos confusos que te miran desde el pupitre. No sabes bien el poder que tienes, ni el poco esfuerzo que necesitas para dejar una huella indeleble y tal vez decisiva en esos corazones que aún navegan en la inocencia.

Deposita cosas buenas y semillas de belleza en esos corazones. No verás ningún resultado interesante ahora, pero dentro de diez, veinte o treinta años, algún adulto afligido y en peligro se amarrará al árbol, ya crecido y robusto, que un día cualquiera plantaste en su joven corazón. Y sobrevivirá al temporal.

* Itxu Díaz es periodista, columnista satírico y escritor. Su último libro "El siglo no ha empezado aún". Su web: itxudiaz.com"

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