Hay vida en Galicia

ABANCA y CESUGA sueñan con ser las primeras universidades privadas en Galicia. Legítima aspiración de invertir en ciencia, cultura y de unir la universidad con la empresa. Libertad de creación de centros para innovar, crecer, ser motor de desarrollo económico. Apostar por la docencia, la investigación y la financiación privada de los estudios universitarios. Lo que este país necesita: liderazgo en educación, emprendimiento, innovación. 

Afirma Antonio Abril, “el hombre que quiere cambiar la universidad”, según dijo una portada de El Mundo, que España está un pésimo lugar en el ranking para generar, retener y atraer talento. Hemos reducido el gasto público en educación y universidades. 

“No podemos seguir con universidades exclusivamente financiadas con transferencias corrientes y de capital del sector público. El mecenazgo, por ejemplo, es una de las vías que ofrecen más posibilidades, para ello tenemos que cambiar la ley de fundaciones y sacar partido de las asociaciones de alumni”.  Él lo enfoca como Presidente de la Conferencia de Consejos Sociales de las Universidades Españolas (CCS). Pero la idea de fondo es que hay que despertar.

Que además del coche eléctrico y de ir en patinete por las ciudades «en el horizonte 02050», toda inversión en universidades e investigación,  como estamos experimentando en esta crisis pandémica, la vamos a necesitar hasta para salvar vidas.

Los argumentos contrarios a la creación y aprobación de estos proyectos suelen ser los mismos de siempre: duplicación de lo que ya existe en la red pública. Va a ser difícil inventar nuevas titulaciones porque sí. Pero se puede ofrecer lo mismo de un modo distinto, nuevo. Si no mejor, sí estimulante, competitivo, potenciador del sector y de la educación en Galicia. Y son proyectos que ya cuentan con experiencia y solvencia.

No sé si en Marte, pero hay vida en este planeta llamado Galicia. Buena señal es que surjan estas iniciativas. Confiemos en ellas. Nadie es contrario a la libertad, pero algunos tienen desconfianza en la confianza. Y solo la confianza mueve el pensamiento y la libertad.

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Lenguaje exclusivo

Álex Grijelmo, subdirector de El País, intenta poner sentido común en el lenguaje inclusivo. Dice que la lengua no tiene la culpa, que es condenar al cuchillo por un asesinato, cuando el cuchillo es para cortar el pan o extender la mantequilla. 

Puedo proferir tacos, juramentos y palabras malsonantes o puedo hacer poesía. Usemos las palabras adecuadas y adecuemos las palabras a nuestros lectores y/o/u oyentes, señoras y señores, y con educación.

Recuerda que “tenemos una experiencia, precisamente en Argentina. A principios del siglo XX todo el sistema educativo argentino estaba volcado en que se usara el ‘tú’ en lugar del ‘vos’. Y con todos los colegios y todos los maestros enfocados a eso, no se consiguió. A los niños en clase se les decía “yo amo, tú amas”, pero salían a la calle y decían “yo amo, vos amás”. No sirvió de nada porque las intervenciones en la lengua desde arriba suelen ser catastróficas. La lengua se construye por abajo”.

Avisa de que hay que tener un cuidado exquisito con las duplicaciones. Pedro Sánchez dijo que “hay que evitar los enfrentamientos entre catalanes y catalanas”. Que nadie sabía que existieran. Y evitar hacerlas de modo que se ensalcen precisamente las ideas negativas: “hay que subir los impuestos a los ricos y a las ricas”, “detener a los corruptos y a las corruptas”, y “descubrir al asesino o asesina”.

¿Y los libros de texto? Esto lo digo yo: no se fijen en ellos y vayan al principio de la edad escolar. Que venga alguien a mi clase de 1º Primaria y explique todo esto ahora que están aprendiendo a poner «el-la-los-las». Y que les diga por qué. A ver si es capaz. Ni siquiera saben lo que es género. Yo solo intento explicarles que se pone así porque así se pone. O “singular y plural”, que esa es otra. Como pregunta mi querido médico de familia: “¿cómo nos encontramos?” A lo que siempre respondo con sorna: “porque pedí cita, no fue casual”.

Al final el lenguaje inclusivo se convierte en un lenguaje exclusivo, de pocas personas y tan enfadadas que pueden terminar afeando lo bello. Lean la «Propuesta de Acuerdo sobre el Lenguaje Inclusivo» del responsable del libro de estilo de El País y sigan disfrutando de la lengua española.

Hasta cuándo

¿Hasta cuándo, Celaá, vas a abusar de nuestra paciencia? Admiro tu tesón. Pero la segregación y la lucha por la equidad calentaron tus sesos como a otros los libros de caballería (porque que no había series entonces).

Y ves gigantes en la enseñanza concertada que ahora dices que segrega en la admisión de alumnos y arremetes contra molinos de viento que sólo tienen viejas aspas y escaso presupuesto.

Locura tuya ha sido cambiar la ley de educación en pleno confinamiento cuando todos estábamos luchando por sobrevivir, por consolar a padres y a niños y por ir al supermercado corriendo. Eso no estuvo bien.

Cargada de razón te aqueja esa «cierta desconexión de los socialistas con la ciudadanía. Debe reflexionarse si en ella desempeña un papel, una percepción de superioridad moral que esta tiene de la izquierda. La altura moral —que se encarna en los hechos— suma; la superioridad moral —que mora en discursos y actitudes— resta», reconoce el editorial de El País del 6 de mayo.

Unos días antes, el 20 de abril, el Constitucional ha admitido por unanimidad los recursos contra esa ley. Y hay unanimidad cuando no hay una nimiedad.

Ahora que son tiempos más de Sancho que de su amo, cuando las barbas y la coleta de tu vecino veas cortar, Celaá, pon las tuyas a remojar. Déjate de ideologías y lecciones magistrales con una Ley Celaá aprobada en estado de alarma con la que pasar a la historia. Para. Que «quien te cubre, te descubre» dice el fiel escudero. Relájate. Y sal a tomar algo. Por favor.

El Día de los Hijos

Cuando le dije a mi madre que me había tragado una canica de acero su cara cambió. Luego no sé qué pasó. Todo fue muy rápido: farmacia, profesora… médico. Ni sé ni cómo se arregló. Sólo recuerdo el hecho por su cara.

Las caras de la madres son el mundo de los niños y no tan niños. La boca de la madre es la que grita el gol, sus ojos los que miran en primera fila de la graduación, su barbilla la que aprueba a la novia, y sus cejas fruncidas las que lo arreglan todo. Lo demás son cosas que pasan, gente de la que te olvidas.

Mañana es el Día de la Madre. Mis contertulios habituales de la misma edad que yo tenía entonces me comentan que las madres son importantes «porque sin ellas no existiríamos». ¿Y el padre? «Un padre es como una madre» dicen. 

«Pero ¿cuándo es el día de los hijos?» me preguntan mientras terminan su regalo para el día del padre y para el de la madre. O sea, que cuando les toca a ellos. 

«El domingo», les digo. Porque ese día vuestra madre sonreirá más y para vosotros eso es lo mejor. Que mamá esté contenta. Creo que les he convencido. Les compensa hasta egoístamente. Porque la cara de una madre es la fuente de información de un hijo. Es la verdad, es lo que pasa y lo que no pasa. Lo demás no importa. 

Decía Lao-Tse que «el padre y el hijo son dos, pero la madre y el hijo son uno». Yo no «lo-tsé» con tanta seguridad, pero más a mi favor: mañana es el día de los hijos.

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