Estaría dispuesta

«Si la opción es no regresar a la Tierra y colonizar el planeta, estaría dispuesta», afirma. Dejaría atrás a su padre, Bert, el hombre que ha impulsado su sueño. «Él sabe que todo esto es más grande que nosotros dos». Esto dice Allysa Carson, la niña que se está preparando para ir a Marte en 2031.

Seguro que Allysa lo logra. Estudia para ingresar en la Universidad Internacional del Espacio que dirige B. Aldrin, uno de los dos primeros hombres que pisó la Luna. Está poniendo trabajo y corazón.

 

Ojalá surjan más jóvenes con ese coraje. Sin embargo, lo que se necesita para eso, no son grandes proyectos promotores del talento ni más Allysas que descubran nuevos mundos, sino más padres como Bert. Padres que den alas a la libertad de sus hijos y la respeten porque antes han sabido animarles a que tengan sueños, no solo buen comportamiento y buenas notas.

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Hijos con cultura

IGNACIO LETE. Sin duda, padres y educadores coincidimos en la voluntad de hacer todo lo posible para que nuestros hijos y alumnos sean personas cultas. Es por ello que necesitamos un concepto de cultura. 

La cultura no es el mero acumulo de conocimientos. Tampoco el disfrute egoísta de las manifestaciones artísticas, por elevadas que éstas puedan ser. 

La cultura es conversación. Requiere la aproximación educada al otro, con reconocimiento pleno de su dignidad de persona, en pie de igualdad con la nuestra. Es por ello que las fórmulas principales de la educación ("por favor", "gracias",  "perdón") son puerta de acceso a la posibilidad de adquirir cultura. 

La conversación que lleva a la cultura nunca se reduce a un mero intercambio de opiniones, sino que asienta en argumentos. Los argumentos son expuestos de forma clara, con reconocimiento de su origen y entrelazados con coherencia. 

Del concepto de cultura como conversación se deducen varias conclusiones. Una de ellas es que hay personas que no son aficionadas a la lectura y que, sin embargo, sí son personas cultas. De hecho, todos nos hemos hecho partícipes de ideas provenientes de los libros a través del trato con otras personas. Los libros son en realidad la forma de proseguir la conversación por otros medios. Otra conclusión es que el "contacto" que proporcionan los medios digitales no sustituye al "encuentro" de la comunicación presencial, si bien pueden completarlo, matizarlo. 

La noción de cultura como conversación se completa con otra de parecida importancia, la de que es también capacidad de elegir nuestra compañía de entre lo mejor, lo más lleno de bondad y belleza: las personas cuyo trato puede ayudarnos a crecer interiormente, las manifestaciones de la naturaleza o de las artes que más hondamente puedan llegarnos…..

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Hijos con cultura

IGNACIO LETE. Sin duda, padres y educadores coincidimos en la voluntad de hacer todo lo posible para que nuestros hijos y alumnos sean personas cultas. Es por ello que necesitamos un concepto de cultura. 

La cultura no es el mero acumulo de conocimientos. Tampoco el disfrute egoísta de las manifestaciones artísticas, por elevadas que éstas puedan ser. 

La cultura es conversación. Requiere la aproximación educada al otro, con reconocimiento pleno de su dignidad de persona, en pie de igualdad con la nuestra. Es por ello que las fórmulas principales de la educación ("por favor", "gracias",  "perdón") son puerta de acceso a la posibilidad de adquirir cultura. 

La conversación que lleva a la cultura nunca se reduce a un mero intercambio de opiniones, sino que asienta en argumentos. Los argumentos son expuestos de forma clara, con reconocimiento de su origen y entrelazados con coherencia. 

Del concepto de cultura como conversación se deducen varias conclusiones. Una de ellas es que hay personas que no son aficionadas a la lectura y que, sin embargo, sí son personas cultas. De hecho, todos nos hemos hecho partícipes de ideas provenientes de los libros a través del trato con otras personas. Los libros son en realidad la forma de proseguir la conversación por otros medios. Otra conclusión es que el "contacto" que proporcionan los medios digitales no sustituye al "encuentro" de la comunicación presencial, si bien pueden completarlo, matizarlo. 

La noción de cultura como conversación se completa con otra de parecida importancia, la de que es también capacidad de elegir nuestra compañía de entre lo mejor, lo más lleno de bondad y belleza: las personas cuyo trato puede ayudarnos a crecer interiormente, las manifestaciones de la naturaleza o de las artes que más hondamente puedan llegarnos…..

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Lo que aprendemos

MACARENA MAURICIO.- Mi padre, de la cosecha de 1945, es hoy el día que recita los ríos y afluentes de España de carrerilla y haciendo rimas. Es capaz de hacer lo mismo con las capitales de provincia, cabos, golfos y con un montón de cosas más. Y presume de ello: de haberlo aprendido hace la friolera de más de medio siglo y recordarlo a día de hoy.

 

Antes lo que se aprendía nunca se olvidaba. Hoy no aprendemos ni mejor ni peor sino de otra manera. Se aprenden las cosas y si algo se olvida puedes refrescarlo al momento porque tienes cualquier contenido al alcance. Por otro lado, estamos sometidos a tanta información que en ocasiones resulta abrumador, llegando a retener lo que buenamente podemos.

 

Y en ese viaje de la vida en el que aprendemos, olvidamos, reciclamos y refrescamos continuamente, hay cosas que se aprenden y se graban a fuego y esas son las cosas que se enseñan en nuestro hogar.

 

En casa se aprende a compartir las alegrías y a consolar las penas. A dar sin recibir. A estar en las necesidades de los demás. A ser fuerte ante las adversidades. A respetar las diferencias de cada uno.

 

También se aprende a mirar con el corazón. A pedir perdón, a dar las gracias y a decir te quiero. Se aprende a discutir pero sobre todo se aprende a querer con toda el alma. Y todo eso lo actualizamos con nuestros hijos, y con los hijos de nuestros hijos que luego trasmitirán ¡a sus nietos! Porque todo lo que se enseña en casa además de aprenderlo y convertirnos en los que somos, no se olvida jamás.

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Siri, a cenar

     “Pues no sé qué pasa que no responde”. A veces no entiendo si hablan de Siri, del robot de Amazon o del motor del coche. “¡No oye!”… Algo así como que no me sincroniza el móvil. “¿No será culpa de mi marido que lo desprograma cada vez que llega?”’

 

     Con la inteligencia artificial a lo mejor logran nacer niños a los que les digas: ‘Niño, a la cama’. Y va, y se va. ‘Niño, recoge tus juguetes’. Y los recoge y se va a la base a recargar. La primera niña que obedezca así la llamaré Siri: ‘Siri, cariño…’. Serán niños robots que no se peleen porque les has metido la instrucción de “preferencia de otro robot siempre” y ya está.

 

    “No sé qué hago mal. No estaré actualizada en educación. ¿Puedo resetear al niño?” Pues no sé… Por ahora los niños no tienen inteligencia artificial. Además no se mueven por razones, ni por mandatos, ni porque lo diga su padre programador.  A veces simplemente no oyen, no les funciona el audio. Otras están cansados, y no les funciona una rosca. Y otras porque no se sabe… porque son libres. Son hijos, no esclavos ni robots.

 

     Obedecen porque juegan a obedecer, porque quieren a su madre, porque ven firmeza, y no ven segundas oportunidades. Porque saben que ‘no vale mandar por mandar’. Porque saben, como dice algún político, "que 'no' significa 'no', Señorías” . Y si aún así no funcionan, pues miras para otro lado, te enfadas y te desenfadas, etc., etc., O sea, el lío de ser humanos y tener que educar, y no programar.

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