Verne

     Verne es el caniche toy de mi tía. El perro más simpático y empático del barrio. Educado con cariño y tolerancia… o sea, hace lo que le da la gana. Si le hubiese criado yo, otro perro cantaría.

 

     Pues me lo he tenido que quedar unos días y vi la oportunidad de enseñarle lo que es bueno. Lo que pasa es que ya el primer día, contraviniendo todos mis principios educativos, le di comida de la mesa. ¡Estaba pesado! Jamón, queso, pan con mantequilla, etc. Tonto no es. Su comida ni la tocó. Y luego, para colmo acabó hecho un ovillo en mi cama en vez dormir en el pasillo. O sea, un desastre, según todo lo educativamente correcto. Pero él feliz y acompañado.

 

     Pensaba que a nuestros niños también les consentimos mucho, sobre todo cuando se ponen pesados o cuando estamos agotados. Pero no por eso van a estar condenados a ser los malos del barrio ni los peores del colegio.Si nos obedecieran cómo máquinas tendríamos demasiada responsabilidad. Menos mal que, como Verne, son libres y harán lo que les dé la gana.

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